29 de septiembre de 2012

Video del Festival en la Escuela Infantil Nº 4




    En julio entraron al jardín, hurto chico de rateros sin códigos. Frente a ese robo, aún en tiempos de recelo, de encierro instigado, la comunidad responde como una agitada ofensa abriendo las puertas.
    En tiempos de caras largas y profetas de odio, la comunidad desborda alegría y promesas de abrazo. En tiempos de atropello, la comunidad contesta con esfuerzo y solidaridad creativa.

    Atentos, contentos, disfrutan compartiendo. Ayudándose, bailando, pensando hacen, miran y escuchan, se emocionan, ponen el cuerpo, corren para no perderse nada. Gente bien dispuesta, bien diversa: pueblo, barrio, territorio, verdadera construcción colectiva, sin caciques ni peones de ocasión.
    Directoras, maestras, madres por igual; abuelos, tíos, vecinos, comerciantes de las torres; eminencias de bien lejos, maestros del distrito, alumnos del barrio, artistas ambulantes, parias, desangelados del rincón, sordos, mudos, cojos... El verdadero universal, esencia de la Escuela Pública.
    Así, mediante la organización y el encuentro, se forja la conciencia colectiva.
    De gemitas así está hecha la historia del mundo.

    El Festival, entonces, fue para recuperarnos de dos robos: de aquel pequeño y de otro mayor. El otro, el Robo grande, perpetrado y sostenido hace mucho tiempo: la esperanza de ver en el de al lado una posibilidad y no un peligro.
    Para eso sirvió el Festival, mucho más por el encuentro creador que por los choripanes al costo.

    Gira el trompo y el niño lo mira mira; el papá le cuenta a su tesoro cómo se juega con el balero; ella conquista a su príncipe de sala verde saludándolo con un títere al que dio vida con sus propias manos; "qué lindo que los maestros y las familias se junten", dice la doña; "le sacaste viruta al piso", dice el abuelo del bandoneón al abuelo que lo bailó; "el mismo que zapatea el gato improvisa el hip-hop", comenta sorprendida la vecina; deja el bastón la bisabuela para agitar el pañuelo con una madre que recién conoce; saltan las niñas al son de un festejo peruano, aunque hayan nacido en el arrabal porteño. 
    Eso es el pueblo construyendo cultura.
    La escuela usina de ideas, germinadora de proyectos. Quien estuvo allí, seguro algo aprendió.

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